LA PACIENCIA

     Aplicar la paciencia es un arte. Decididamente, es una virtud que muy pocos logran alcanzar.

     En la primera etapa de nuestra vida, estamos convencidos de que todo es nuestro, de que el "lo quiero ahora" es un derecho que te corresponde por ser un niño.

     Crecemos y comprobamos, amargamente, que algunas cosas cuesta trabajo conseguirlas. No por que no nos correspondan, más bien porque les corresponden a todos. Es lo que sucede cuando se pretende un derecho general.

     Pasan los años y, gracias a tus hijos, descubres que compartes genes con un tal Job. Descubres lo cabrón y exigente que eras. Descubres lo muchisimo que te aguantaron tus padres. Descubres que, si ahora los tuvieses, les darías una medalla oro a  la paciencia.

     Y claro, esos hijos que te facilitan el regreso a tu periodo de "exigidor infantil", también te ayudan a pensar en tus otros periodos, esos no tan infantiles y sí tan de "exigidors". Y te pones a dar las gracias en silencio a los que te soportaron, y te pones a valorar como se quitaron un trozo de ellos para que tú no necesitases hacer uso de tu paciencia. Y te pones a dar las gracias en silencio.

     Pero, una vez concluido el breve examen de conciencia, analizo lo positivo de esperar para conseguir. Analizo la utilidad de esos momentos de espera. Compruebo lo maravilloso de esperar, de contemplar, de mirar el paso de lo que quiera pasar.

     Últimamente y sin que sirva de precedente, estoy aprendiendo a saborear la paciencia, aprendiendo a disfrutar de no hacer nada. Ultimamente, y sin que sirva de precedente, estoy aprendiendo a disfrutar de vivir, no de vivir haciendo algo, solo de VIVIR.

     Cada día nos parecemos más. Gracias (en silencio)

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