LA VÁLVULA

Milán-Liverpool, otra vez. Fino estilista contra duro fajador, según solían anunciar los carteles de boxeo desde los tiempos de Gene Tunney, el campeón sensible que coleccionaba música clásica, y Jack Dempsey, que cargaba con el apodo intimidador de 'El Martillador de Manassa'. Aquel choque de escuelas dio mucho que hablar. Hoy lo veo yo revivir en este partido que confronta el estilista juego del Milán, con el excelso Kaká a la cabeza, con el fútbol serio, seco, aguerrido y tenaz del Liverpool, ese equipo un poquito nuestro porque lo dirige Benítez y en él triunfan Reina y unos cuantos más.

Reina, finalista, hijo de finalista. Como Maldini, también finalista hijo de finalista. Estas dos sagas y la de los Sanchis son las únicas que existen con ese honor. Reina y Maldini son jugadores distinguidos en un partido que tiene muchos futbolistas con encanto, con personalidad peculiar, desde el veterano Seedorf (otro con record, porque ha sido campeón con Ajax, Madrid y Milán) al larguirucho Crouch, ese gran delantero centro disfrazado de alero de baloncesto. Esta noche nos espera un buen partido. Para distraernos, para aliviar la emoción casi insoportable con que vivimos esta Liga.


Y para olvidar también, si es posible, y al menos por dos horas, la miserable condición de nuestra Federación. El Comité de chuflas que tantas tarjetas ha levantado sin saber por qué no se atreve ahora con esos ridículos árbitros, amotinados desde que a Beckham le quitaron una tarjeta y empeñados, por cierto, en sacarle ahora todas las que pueden. La última, por recibir una patada en el escroto. Redactan mal las actas adrede, las tarjetas no se computan, enfangan este final de Liga colosal en emociones en el que tienen que poner su nota torpe y grosera, para que no nos olvidemos de que están ahí. Horrible.

AUTOR: PEDRO B.

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